1.1

Por suerte odiás despachar el equipaje, así que tenés el bolso abajo del asiento alguna bien te tenía que salir. Apartás la mano con brusquedad y le decís a tu vecino que es un viejo asqueroso. Te colgás el bolso al hombro y salís al pasillo, pisando alevosamente a tu compañero al hacerlo.

Ni bien bajás del micro la tormenta recrudece, pero ni se te ocurre volver atrás. Trotás hacia la parrilla, no demasiado rápido para no resbalarte. Solo te sigue una persona, un hombre alto de anteojos y capucha. 

Zigzagueás entre los camiones estacionados para llegar a la puerta. Estás empapada de arriba a abajo, con salpicones de barro hasta la cintura. Empujás el mosquitero con el antebrazo y entrás.



No te esperabas esto.