3.2.2.1.2bis

Te sentís un poco decepcionada: no discernís nada inteligible. Pero poco a poco, entre la masa acuosa de sonidos comienzan a recortarse algunas formas, cada vez más definidas aunque no logres atribuirles ningún significado. Suena como si alguien, un ahogado por ejemplo, una criatura anfibia o un ser de las profundidades, recitara trabajosamente una letanía y sus palabras flotaran pesadas hacia la superficie hasta estallar como burbujas. Con cada vuelta del disco a esa primera voz se le suman otras, de la misma especie, hasta que el rumor es atronador. El aire cambia. La luz ondula sobre las paredes y los objetos, la humedad se condensa y se vuelve casi irrespirable, una pátina de sal cubre cada cosa.

Y entonces aparece, encaramado sobre el acantilado de objetos que amontonaste contra la puerta, el demonio acuático que ya viste en la foto. Completamente desnudo, chorreando agua y provisto de garras metálicas en cada uno de sus veinte dedos, los tentáculos de su cara se agitan rosados y lustrosos hacia vos. Como si estuviera observándote. 



Miralo descender por acá.