3.2.2.2.2bisbis

No podés verte en ninguna superficie, pero el tacto te revela que tus colmillos crecieron hasta por debajo de la línea del mentón. Tu vista, tu oído y tu olfato se agudizaron. Sentís frío todo el tiempo, y de alguna manera, con algún nuevo sentido que antes no tenías, percibís el calor de la sangre de todas las criaturas vivas pulsando en sus venas allí donde estén (al principio pensás que vas a enloquecer, de hambre y desesperación, con tantos estímulos al mismo tiempo; después, poco a poco, aprendés a focalizar ese nuevo sentido, a concentrarlo solo en las presas más cercanas o las que prefieras, a dirigirlo y aprovecharlo para la caza).

Heredás la morada y los sirvientes de tu tío abuelo. A lo largo de los años, Alfonso había creado a su alrededor una extensa red de servidores, familiares, cazadores subalternos, amantes, policías, cómplices, que ahora responden a vos. Si querés alimento fresco, humano o animal, cadáveres, compañía, o bañarte en leche tibia mezclada con sangre de vírgenes (que además de mantenerte bella te proporciona un placer que nunca antes, con ninguna otra cosa, sentiste), solo tenés que pedirlo. No abandonás sin embargo la cacería nocturna. Esa emoción no se iguala a nada. 

Te convertiste en Tamara, la reina de los vampiros. Todo el partido de la costa está a tus pies.



FIN