1.2

Uy, bueno, si no le molesta... respondés insegura. Cuando ves que el contenido del tupper del hombre es un par de sándwiches de milanesa completísimos, te relajás y comés como si fuera tu última cena. Para coronar tu bienestar, la comida le induce un sueño profundo a tu vecino, de modo que ni siquiera tenés que recurrir al viejo truco de los auriculares.

Empezás a cabecear cuando sentís un cosquilleo: el celular, que yace olvidado sobre tus piernas, se ilumina con la llegada de un mensaje. Lo primero en llamarte la atención es el número desconocido que aparece en pantalla. El mensaje, entre lo absurdo y lo inquietante, te desorienta:

"Por favor ayudame, me quedé encerrada en el baño del micro."

No te lleva más de dos segundos darte cuenta de que era completamente improbable que otro pasajero tuviera tu número. Para acumular pruebas, echás una mirada a tu alrededor y notás que no parece faltar nadie. De hecho, no recordás que ningún pasajero haya ido al baño en todo el viaje. Podés aventurarte al fondo del pasillo y conocer lo que te espera detrás de la puerta del baño (si es que hay algo), pero la idea te resulta bastante perturbadora. O podés asegurarte de que no sea una broma respondiendo el mensaje, aunque al hacerlo te arriesgues a que te agende un preso de algún penal ignoto.



Si contestás el mensaje, pasá por acá.

Si decidís ir directamente al baño, andá acá.