La luz se filtra entre tus pestañas, pesadas y lagañosas. Te cuesta separar los párpados. Tratás de frotarte los ojos pero no lográs levantar la mano. El cuerpo te pesa. Querés hablar pero tenés la boca seca, la lengua gorda y muerta contra el paladar.
El tiempo transcurre. Poco a poco lográs abrir los ojos, pero la luz te lastima. Torcés el cuello, dejás caer la cabeza a un lado. Tu pierna, tu brazo. Caños. Tubos oscuros de sangre espesa. Bolsas de plástico a medio llenar. El techo, la lámpara. Tu brazo. Más bolsas. Moretones. Tratás de sacudirte de encima las agujas, pero es en vano. No tenés fuerza. Lo último que ves es el cuero verde del sillón.
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Sangre |
La noche siguiente, tu cuerpo desangrado es arrojado a altamar desde una lancha sin nombre. Durante meses que se vuelven años Poli intenta encontrarte, pero ni siquiera llega a descubrir si alguna vez llegaste a Santa Lucía.
FIN