5.2.1bis

El hombre-niño resultó ser el último heredero de la única familia notable de Santa Lucía: propietarios de terrenos y locales, regentes del Gran Hotel Marino, titulares vitalicios de la concesión del balneario, intendentes ininterrumpidos a través de las sucesivas generaciones, dueños en las sombras del locutorio, los fichines y las rotiserías de la peatonal. Su muerte es un escándalo, tu relato es confuso y tus acciones dudosas. No tardás en ser condenada con la mayor de las penas posibles: prisión perpetua.

Vivís los interrogatorios, los aprietes, el proceso judicial, los golpes y los insultos desde una distancia infinita. Nada te roza. Lo único que ves (porque tus ojos ya no ven nada), cada día, cada hora, es el globo de aire disolviéndose en la vena, el pánico, la acusación muda, la culpa infinita. Vos, Tami, mataste a un hombre. Lo viste morir, quisiste que se muriera. Y en el instante en que murió, algo en vos se rompió para siempre. Solo podés desear que no te dejen salir nunca más, que Poli entienda que no querés verlo, que te castiguen, que te duela, que vayas a tener un accidente pronto como te prometieron.  



FIN