5.2bis

Cerrás los ojos, con el anhelo infantil de volverte invisible. Luego de unos minutos eternos, el hombre-niño se levanta. Parece estar caminando en círculos. Son pasos largos, rápidos, de una cadencia hipnótica. De pronto se detiene. Lo que escuchás te eriza la piel. El hombre está oliendo. Te está oliendo. Se acerca a la heladera. Si supieras rezar, si te acordaras de una oración, la dirías. 

Ahora sí, no tenés escapatoria. El hombre tantea el aire muy cerca tuyo. Sabés que dos pasos más y lo vas a tener frente a frente. Ves un arsenal de jeringas a tu alcance. ¿Si intentaras defenderte con ellas? La escena no puede ser más gore, pero podría funcionar. Si no, lo único que te queda es empujar la heladera contra él. Tenés un segundo.



Si lo atacás a jeringazos, vení por acá.

Si empujás la heladera con todas tus fuerzas, por acá.