Respirás hondo y mirás alternadamente al chico de la capucha
y el pedazo de carne; este parece reluciente, como sacado de un comercial, y él… Bueno, él podría actuar en una publicidad de perfumes, de esas en las que los
hombres son todos tan elegantes que parecen parisinos. Al mismo tiempo te
convencés a vos misma de que levantarte y salir corriendo sería una pésima
idea; con tu torpeza habitual, sumada a la cantidad de mesas y comensales
presentes, sos capaz de chocarte a la mitad del restaurante antes de encontrar
la puerta.
Seguís pensando hasta que una voz masculina te saca de tu
mutismo y te lleva acá.