1.1.1bis

No me presenté, qué mal educado, perdoname. Me llamo Jonás.

Lo mirás y te parece que no existe en el mundo un nombre que le quede mejor que ese. Jonás, repetís para tus adentros, qué lindo nombre, nunca conocí un Jonás…

¿Y vos? te pregunta, con un asomo de sonrisa en los labios.

Mucho gusto Jonás. Yo soy Tamara.

Tamara, qué lindo nombre. ¿Pido un plato para vos, Tami? ¿Te molesta que…?

¡No me llames Tami! Por qué yo tan brusca y vos tan lindo, pensás, pero no podés evitar el exabrupto. Afortunadamente, Jonás despliega un amplio sentido del humor. Es perfecto.

No te preocupes, Tamara… Igual te preguntaba si no te molesta que compartamos la porción. Pero nunca más te llamo así, te lo juro.

Te reís con nerviosismo. Volvés a mirar la porción de carne. Te parecería tentadora si no recordaras lo que acabás de ver en la cocina. Pero, por otra parte, ¿estás completamente segura de lo que viste? ¿No te habrá parecido? ¿Será una buena idea comentárselo a Jonás?

 

Si decís dale, Jonás, pedí un plato y compartimos, prepará el paladar y andá para acá.

Si preferís bajar la voz y contarle lo que viste, respirá hondo acá.