Luego de varios minutos probando todos los trucos que conocés (que no son muchos: prender y apagar el celular, sacarle la batería, el chip, pedirle por favor) te resignás a quedarte sin teléfono, varada en medio de la ruta, y sin recordar ningún número de memoria. Poli te dijo muchas veces que te compres una agenda de papel y que los pases todos, pero vos le tenías tanta confianza al telefonito, que nunca le hiciste caso. Una vez más, tu hermano tiene razón y vos no se lo vas a admitir.
Intentás recordar el número de Poli. 15… después seguía un 3… ¿078? La voz del chofer te saca de tu esfuerzo sobrehumano.
—¡Señores, llegó el colectivo de reemplazo! ¡Rápido rápido que todos queremos llegar!
El tipo parece disfrutar de acarrearlos como ganado, y sigue gritándoles desde la puerta del micro nuevo mientras todos se agolpan para subir. Estás tan ofuscada por la muerte del celular que recién reparás en sus palabras una vez que te sentaste. “Salieron ganando, esta unidad tiene baño”.
Esta vez te asegurás de quedar lejos de tu antiguo compañero. Por el rabillo del ojo lo ves observar con atención las filas (probablemente, buscándote), pero no te das por aludida. Se sienta solo, adelante. Un rato después lo oís roncar.
Intentás recordar el número de Poli. 15… después seguía un 3… ¿078? La voz del chofer te saca de tu esfuerzo sobrehumano.
—¡Señores, llegó el colectivo de reemplazo! ¡Rápido rápido que todos queremos llegar!
El tipo parece disfrutar de acarrearlos como ganado, y sigue gritándoles desde la puerta del micro nuevo mientras todos se agolpan para subir. Estás tan ofuscada por la muerte del celular que recién reparás en sus palabras una vez que te sentaste. “Salieron ganando, esta unidad tiene baño”.
Esta vez te asegurás de quedar lejos de tu antiguo compañero. Por el rabillo del ojo lo ves observar con atención las filas (probablemente, buscándote), pero no te das por aludida. Se sienta solo, adelante. Un rato después lo oís roncar.
Parece que, de una vez por todas, vas a llegar a Santa Lucía... por acá.