2.2.2.2

Mejor seguir caminando, pensás: las presas inquietas son más escurridizas, y un blanco en movimiento siempre es más difícil de acertar. ¿Caza, balística? Como si tuvieras alguna idea. ¿Qué estás pensando, Tamara? Si no tuvieras tantas ganas de llorar te reirías de vos misma. Y sin embargo no podés evitar sentirte en una película de espías internacionales, complots y traiciones, encuadrada por la mira de alguna arma automática de última generación preparada para disparar. 

Por las dudas avanzás en zigzag, aunque sospechás que de esa manera te hacés más visible a quienes sean que puedan estar buscándote. La gente a tu paso te mira extrañada, hace chistes.

Cuando menos lo esperás, ves asomarse el viejo reloj de números romanos sobre el gentío. Apurás la marcha.

Abajo del reloj, por alguna razón, se abre un claro entre la gente. Mirás el piso: a alguien se le volcó una botella grande de gaseosa azul. Intentando no pegotearte las suelas, observás alrededor: una pareja con bebés mellizos, un anciano con la boca abierta y sin dientes durmiendo sobre una silla, un grupito de adolescentes exaltados, una mujer que te mira con gesto de fastidio e impaciencia. ¿Será ella? Le sonreís, con ganas de pedirle disculpas por la demora y alivio. Repasás mentalmente la conversación con la vendedora de pasajes. ¿Puede ser que hayas asumido que se trataba de un hombre porque sí, por el maldito patriarcado que nos corroe a todos desde adentro y acecha a cada instante en los pliegues más inopinados del pensamiento y el hábito, el machismo atávico con que nos inocula la cultura como un virus en sangre, astuto y laborioso, incluso (y sobre todo) cuando lo creemos dormido, siempre bullendo, listo a multiplicarse, al que tenemos que estar en todo momento atentos para mantener a raya, esforzándonos por negativizarlo cuanto nos sea posible, sin descuidarnos ni distraernos jamás, y aun así, aun así..? La mujer te frunce el ceño. Profesor, te dijo la vieja del pelo multicolor. Y profesor no es profesora. Por más que te guste dudar de vos misma y cuestionarte cada paso, por más militancia y ganas que tengas de deshacerte cuanto antes del dichoso paquete, lo escuchaste claro y no hay ambigüedad ni trampa posible.

Qué te pasa, forra le decís a la mujer cuando le pasás por al lado. Pero la puteada no te aliviana ni un poco la presión que te hiende el pecho, más profundo a cada paso.



Seguí buscando relojes por acá.