No conservás muchos recuerdos de
tus veranos en Santa Lucía, pero lo poco que podés rememorar sigue exactamente
igual. La plaza con los juegos despintados y, en el centro, la estatua de una
madre abrazando a un bebé; una heladería de pocos gustos con un
cartel al que le falta una hache; el lugar donde alquilan bicicletas (en donde
nunca viste a nadie entrar ni salir, y mucho menos, alquilar una bicicleta), la
iglesia frente a la plaza, una casa de ropa femenina. Te acercás a mirar la vidriera, más por costumbre que porque realmente te interesen esos pareos multicolores, cuando una nota pegada en el vidrio del local llama tu atención. Se trata de una hoja A4 con una foto en blanco y negro —fotocopiada, lo que explica su pésima calidad— de algo que parece ser un señor de mediana edad, con cabello canoso y una sonrisa distante. Está acompañada por un texto garabateado con desesperación:
"Este es Honorio, mi papá. Fue visto por última vez el 28 de marzo. Por favor, si alguien tiene algún dato comunicarse al XX-XXXX".
Los avisos de personas perdidas siempre te dan escalofríos. Te alejás pensando que, gracias a la baja calidad de la foto de Honorio, podrías cruzártelo en este mismo momento y nunca darte cuenta, cuando, pegado a un poste, te topás con un anuncio muy similar. Esta vez se trata de un nene, se llama Nicolás y fue visto por última vez unos días antes que Honorio. Te parecería una coincidencia atroz si en la pared de enfrente no hubiera otro aviso... esta vez de una señora: Mirta, por favor, la familia te extraña. También Flufy, un gatito siamés, recompensa, mis hijas están desoladas. Contás dieciséis anuncios en una cuadra y media. Niños, hombres, señoras, adolescentes, gatos, perros y hasta un hurón. De pronto, Santa Lucía no te parece el pueblo acogedor de tus recuerdos de infancia.
La vista de un locutorio, con dos cabinas polvorientas y oscuras, te recuerda que nunca pudiste hablar con tu hermano para avisarle que llegaste bien, así que decidís entrar. Tal vez charlar con Poli de esto de los anuncios te genere tranquilidad.
"Este es Honorio, mi papá. Fue visto por última vez el 28 de marzo. Por favor, si alguien tiene algún dato comunicarse al XX-XXXX".
Los avisos de personas perdidas siempre te dan escalofríos. Te alejás pensando que, gracias a la baja calidad de la foto de Honorio, podrías cruzártelo en este mismo momento y nunca darte cuenta, cuando, pegado a un poste, te topás con un anuncio muy similar. Esta vez se trata de un nene, se llama Nicolás y fue visto por última vez unos días antes que Honorio. Te parecería una coincidencia atroz si en la pared de enfrente no hubiera otro aviso... esta vez de una señora: Mirta, por favor, la familia te extraña. También Flufy, un gatito siamés, recompensa, mis hijas están desoladas. Contás dieciséis anuncios en una cuadra y media. Niños, hombres, señoras, adolescentes, gatos, perros y hasta un hurón. De pronto, Santa Lucía no te parece el pueblo acogedor de tus recuerdos de infancia.
![]() |
Buscados |
La vista de un locutorio, con dos cabinas polvorientas y oscuras, te recuerda que nunca pudiste hablar con tu hermano para avisarle que llegaste bien, así que decidís entrar. Tal vez charlar con Poli de esto de los anuncios te genere tranquilidad.
Pasá por acá.