4bis

Como no podía ser de otra manera, el papel está bastante adherido a la pared y no tarda en romperse. Te arrepentirías en ese mismo instante de tu tarea destructora si no fuera por una cosa: en el diseño opaco de flores rosadas sobre fondo marrón del papel viejo se hunden unos surcos que, con un poco de imaginación, forman una "D" de unos treinta centímetros de alto. Ya fue, pensás, y arrancás el resto del empapelado.

Cuando todo el mensaje queda al descubierto, sentís un escalofrío que te recorre los brazos y la espalda.

Agarrás tus cosas y empezás a caminar de espaldas hacia la puerta mientras se multiplican las preguntas: ¿quién pudo haber escrito eso y en qué estado mental se encontraba? ¿Con qué lo escribió y hace cuánto? Y, por supuesto, el eterno interrogante: ¿por qué?

Cuando te chocás con la puerta, te quedás unos segundos mirando la inscripción. Los relámpagos definen las letras anchas, el papel rasgado por la violencia de los trazos, la precisión de las formas que delata que su autor no trabajó a las apuradas.

Cuatro palabras talladas con la desesperación de mil uñas: ME MUERO DE SED.



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