Afuera no se oye nada. A lo largo de una de las paredes brilla una línea ininterrumpida de lámparas amarillentas; te llama la atención que no haya ninguna quemada o rota. El piso está cubierto por una alfombra geométrica de diseño obsesivo que amortigua tus pasos. El silencio te embota, como si estuvieras avanzando en el vacío o abajo del agua, pero definitivamente no querés volver a la 327.
Por lo que recordás del tablero de llaves, en el piso 2 hay muchas menos habitaciones: deben ser más grandes y más caras. No te hace gracia alejarte de la recepción, pero tu presupuesto no te deja alternativa. Subís al 4. Probás distintos picaportes pero ninguno cede. A medida que te acercás al final del pasillo escuchás unos murmullos. Mejor: un piso con vecinos. Lográs abrir la puerta de la anteúltima habitación. Las voces provienen de la habitación de al lado. No llegás a distinguir qué dicen, pero parece haber por lo menos cuatro personas.
Cuando tocás el interruptor te desconcierta lo que ves: la habitación es idéntica a la 327, pero no tiene camas ni mesas de luz. Así, casi vacía, se ve todavía más grande. En esta hay apenas un sillón reclinable, como de dentista, atornillado en el centro, un aparador metálico a un lado y una heladera industrial inmensa contra la pared opuesta, tapando parte de la ventana. Falta el baño; en su lugar, hay una puerta interna que comunica con la habitación contigua, la del fondo. Dudás si acercarte a escuchar o salir corriendo cuando oís el pestillo a tus espaldas; antes de que nadie te vea, te escondés en el hueco entre la heladera y la ventana.
Cuando tocás el interruptor te desconcierta lo que ves: la habitación es idéntica a la 327, pero no tiene camas ni mesas de luz. Así, casi vacía, se ve todavía más grande. En esta hay apenas un sillón reclinable, como de dentista, atornillado en el centro, un aparador metálico a un lado y una heladera industrial inmensa contra la pared opuesta, tapando parte de la ventana. Falta el baño; en su lugar, hay una puerta interna que comunica con la habitación contigua, la del fondo. Dudás si acercarte a escuchar o salir corriendo cuando oís el pestillo a tus espaldas; antes de que nadie te vea, te escondés en el hueco entre la heladera y la ventana.
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