3.1.1bisbis

Mientras Alfonso te ata, tus ojos se acostumbran a la oscuridad y empezás a distinguir mejor entre las penumbras. El suelo está sembrado de cadáveres y miembros mutilados, de mujeres, de hombres, de niños, de animales, todos mezclados y sucios. Ese es el olor que no habías podido identificar: sangre seca y muerte. El rojo profundo lo tiñe todo. También las canaletas y la pileta en la que desembocan.

—Ser vampiro no es como la gente cree. Lo que uno come es solo una parte. Más importante es lo otro, el baño rojo, la renovación de la piel, la fiesta de la carne. El resplandor. Pero solo la sangre del clan da la inmortalidad. Como sabrás, nuestra familia no fue pródiga. Tal vez debería haber tenido críos cuando todavía podía, pero como sea... Apenas quedamos vos, yo, y el tarambana de tu hermano, y sabía que podía contar con que alguno de los dos viniera. —¡Oh, Poli!, pensás. Y al mismo tiempo, te maldecís por haber sido vos la que tomó ese micro. Alfonso termina de sujetarte y contempla satisfecho su obra—. Así que, querida Tami...

La cara se le transforma. No literalmente, pero lo humano se desvanece y se vuelve animal, ansia desatada, apetito feroz y bestial. Te muerde las muñecas, la cara, el cuello, las piernas, el resto del cuerpo. Por las heridas comienza a brotar la sangre, que se mezcla con el agua humeante lista para el baño. 



FIN